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El
contenido de los capítulos de este libro surge
de los comentarios que realicé entre los años
1995 y 2005 para el ciclo “Cine y Psicoanálisis”
que se lleva a cabo en el Instituto de Docencia e Investigación
de la Fundación Luis Chiozza; dado que se trata
de un ciclo abierto al público, que no presupone
conocimientos sobre psicoanálisis por parte del
auditorio, tampoco este libro los requiere del lector.
En su forma original, aquellos comentarios estaban destinados
a ser leídos luego de la proyección del
film y por lo tanto, fueron escritos pensando en el
espectador; pensando ahora en el lector, quien quizás
no recuerde el film con la misma precisión de
quien acaba de verlo, he juzgado oportuno introducir
algunas aclaraciones y descripciones más detalladas
de ciertas escenas y secuencias.
No obstante estos esfuerzos, persiste aún el
problema del lector que no vio el film en cuestión
o que, si lo vio, recuerda muy poco de él. Se
trata de un problema difícil de subsanar, común
a la mayoría de los libros sobre cine. He descartado
la opción de realizar un relato pormenorizado
de cada film no sólo por parecerme, como sustituto
del film, un recurso pobre y tedioso, sino sobre todo
porque la interpretación psicoanalítica
se nutre las más de las veces del tipo de detalles
que, forzosamente, toda buena síntesis debe omitir.
Me ha parecido oportuno, en cambio, agregar al comienzo
de cada capítulo, en un recuadro aparte, cierta
información que ayude al lector a dar con el
film y que, en el mejor de los casos, le suscite el
deseo de verlo. La mayor parte de esta información
ha sido extraída de internet (por ejemplo, el
sitio oficial de cada film, o bases de datos como Internet
Movie Data Base [www.imdb.com]) o de la información
adicional que ofrecen las actuales versiones en DVD.
Como para realizar estos comentarios he tenido que ver
con detenimiento y más de una vez, cada una de
estas películas, me resulta imposible colocarme
en la situación del lector que lee un capítulo
sin haber visto el film correspondiente, y desconozco,
por lo tanto, qué grado de comprensión
o cuánto interés o convicción pueda
suscitarle su lectura. Si en esas circunstancias, la
lectura del libro es capaz de motivar al lector a ver
un film que hasta el momento no había visto,
puedo darme por satisfecho, ya que una parte del objetivo
de este libro se habrá cumplido.
Se suele pensar que, a la hora de hacer una lectura
psicoanalítica de un film, el género cinematográfico
del que vale la pena ocuparse, aquel que más
merece o mejor posibilita ese tipo de lectura, es básicamente
el drama. No alcanzo a distinguir si este prejuicio
parte de un malentendido acerca del psicoanálisis
o acerca de los géneros cinematográficos.
Quienes compartan aquella idea seguramente se sorprenderán
de que el libro se ocupe también de comedias
fantásticas como Hechizo del tiempo, de comedias
infantiles como Toy Story, o de un film de acción
y suspenso como Terror a bordo; se preguntarán,
entonces, si ha existido algún criterio de selección
que permitiera reunir en un mismo libro, un conjunto
tan variado y heterogéneo de géneros cinematográficos.
No puedo dar una respuesta demasiado concluyente, dado
que, si tal criterio existe, yo no lo tengo claro. Cada
film ha sido elegido en forma independiente, en distintos
años, y con el objeto de participar en el ciclo
antes mencionado. Sí puedo decir que todos y
cado uno de ellos me parecen, hoy, muy buenos y sus
respectivos autores gozan de mi respeto y admiración.
La gran mayoría de ellos me parecieron también
muy buenos, aun antes de realizar la particular lectura
que aquí presento; he disfrutado mucho viéndolos,
me he conmovido con ellos y no he podido olvidarlos.
La mayoría de ellos, por la evidente riqueza
simbólica o por la complejidad de sus tramas
donde no se alcanza a comprender del todo de qué
trata el film, han despertado mi curiosidad investigadora;
el psicoanálisis ha sido el instrumento que me
ha permitido comprender qué era eso que, escapando
a mi comprensión, conseguía conmoverme
tanto. Así han surgido, por ejemplo, los comentarios
de Hermanos por siempre, Las alas del deseo, Cigarros,
A quién ama Gilbert Grape?, El farsante, Un tropiezo
llamado amor y Una mujer infiel.
En otros casos, sin siquiera proponérmelo, como
quien es asaltado por un recuerdo, me ha surgido una
interpretación mientras veía el film o
inmediatamente después de verlo por primera o
segunda vez ¬—por enésima vez en el
caso de Toy Story, film que, durante un tiempo, mi pequeño
hijo veía en casa a toda hora—. Esta interpretación
apuntaba al sentido general del film; como si dijera
“quizás este film, que en su sentido más
explícito y evidente trata de este tema, en su
sentido más profundo (inconciente) trata de este
otro tema”. Viendo nuevamente el film desde este
segundo sentido y procediendo con él como lo
hace el psicoanálisis, por ejemplo, con los sueños
del paciente, la interpretación primitiva se
veía enriquecida y el film adquiría una
coherencia nueva. Así por ejemplo, ciertos elementos
del film que, atendiendo a la trama manifiesta, parecían
provenir de decisiones contingentes o azarosas del autor
—la inclusión de una escena banal o la
elección de una determinada escena para insertarla
luego de la anterior—, en la trama latente que
iba surgiendo de la interpretación, parecían
estar dotados de un sentido preciso; como si siguieran
rigurosamente un fin premeditado. En el deseo de compartir
esta experiencia, escribí los comentarios de
Hechizo del tiempo y Toy Story.
Un caso que merece mencionarse aparte es el de la elección
de Terror a bordo. La primera vez que vi el film fue
en el momento de su estreno en cines en la Argentina;
dado que el film es de 1989, si no fue ese mismo año,
pudo haber sido en 1990, a más tardar en 1991.
El cine de terror no es mi favorito y, aunque me interesan
los temas náuticos, no creo que hubiera elegido
un film que tuviera la palabra “terror”
en su título; alguien que no fui yo debió
sacar las entradas. El film me pareció bueno
en su género —género que considero
menos de terror, que de acción y suspenso—
pero intrascendente como obra artística. Jamás
hubiera pensado que intentar una lectura psicoanalítica
del mismo habría arrojado algún resultado
digno de mencionarse. En otras palabras, me pareció
un film para pasar un rato entretenido y luego olvidarlo…
pero no lo olvidé.
Mucho tiempo después, una noche de insomnio del
año 2002, me encontré pensando en Terror
a bordo. Quién sabe por qué razón,
volvieron a mí las imágenes del protagonista,
atrapado en la goleta que se hundía, nadando
entre horribles cadáveres. Por ese entonces,
el film que mi hijo veía “a toda hora”
era Hércules, en la versión un tanto libre
de Walt Disney, y asocié aquellas imágenes
con las imágenes de Hércules, sumergido
en el Leteo, tratando de rescatar a Medea del mundo
de los muertos. Se me ocurrió pensar, entonces,
que quizás el protagonista de Terror a bordo
podría simbolizar a Orfeo en su descenso a los
infiernos. Me propuse volver a ver el film, con miras
a un futuro comentario, y grande fue mi sorpresa cuando,
al volver a verlo, noto que el nombre de aquella goleta
era, justamente, ¡Orpheus! La lectura psicoanalítica
que, partiendo de aquella idea, logré hacer de
este film me ha llevado a cambiar mi primera impresión
acerca del valor artístico del mismo.
Dado que cada capítulo se ocupa de un film distinto,
me he planteado la cuestión del cuál sería
el mejor ordenamiento para el libro; qué comentario
poner primero y por cuáles debía seguir.
Se trata, seguramente, de una preocupación que
concierne más al autor que al lector, dado que
el lector hará bien en guiarse por su interés,
y abordar aquellos capítulos que se ocupan de
las películas que haya visto y que le hayan despertado
interés. Es la esperanza del autor que el lector,
luego de la lectura de esos capítulos, se sienta
estimulado a ver las otras películas y leer,
luego, los demás capítulos del libro.
No obstante la validez de las precedentes consideraciones,
el ordenamiento de los capítulos del libro continuaba
siendo un problema a resolver. Quizás aquellos
lectores que suelen sentir curiosidad por la persona
del autor hubieran preferido un orden cronológico
de los capítulos; al fin y al cabo, este libro
condensa diez años de la vida del autor y no
descarto que el lector atento a este aspecto pueda percibir
la evolución del autor a través de una
lectura cronológica. Para esos lectores he señalado
a pie de página la fecha de presentación
del contenido de cada capítulo, de modo que quienes
prefieran una lectura cronológica puedan hacerlo
a partir de esas indicaciones. Sin embargo, el criterio
seguido para el ordenamiento del libro ha sido otro.
Algunas personas que me han hecho el favor de revisar
el manuscrito original me han señalado que algunos
comentarios abordaban temáticas afines y que
la lectura consecutiva de los mismos hacía que
unos y otros se enriquecieran mutuamente. Debo confesar
que este aspecto me había pasado por completo
desapercibido. Efectivamente, algunos comentarios se
centran en el tema de los celos, y la mayoría
toca, desde distintos enfoques, el tema del duelo por
lo que debe dejarse atrás. Me ha parecido oportuno
resaltar estas concordancias, y por lo tanto, he agrupado
en capítulos sucesivos aquellos comentarios que
abordaban temáticas comunes.
Luego de sopesar los “pros” y los “contras”,
he optado por comenzar el libro con el comentario sobre
Terror a bordo. Si bien la principal desventaja para
esta elección es que es muy probable que la mayoría
de los espectadores juzgue a este film, con cierto derecho,
como el más banal de todos los aquí tratados,
es justamente ese motivo el que hace que su comentario
sea el más adecuado para iniciar el libro. Por
tratarse, como dijimos, de un film sobre el que difícilmente
se podría esperar una interpretación psicoanalítica,
ha sido necesario introducir su análisis con
algunas consideraciones tendientes a aclarar en qué
consiste el trabajo interpretativo realizado; dado que
esas consideraciones bien pueden extenderse al conjunto
entero del libro, me ha parecido que empezar por Terror
a bordo podría ser de utilidad para el lector
que decidiera leer el libro siguiendo el orden dado
por el autor. Un segundo argumento a favor de esta decisión
es que, por los mismos motivos expuestos, la distancia
entre la idea que puede formarse el espectador del film
y lo que tiene para ofrecer el autor del libro es, quizás,
mayor en el caso de Terror a bordo que en otros comentarios.
Por análogos motivos, Toy Story es el capítulo
siguiente.
Pero insisto una vez más: creo que la decisión
más acertada es que cada lector establezca su
propio orden, dejándose llevar por su interés
y, principalmente, por las películas que haya
visto y que mejor recuerde. El lector deberá
juzgar por sí mismo si la recomendación
de ver el film antes de iniciar la lectura del capítulo
correspondiente debe considerarse una advertencia, o
sólo un buen consejo.
Volviendo ahora al criterio de selección de las
películas de las cuales este libro se ocupa,
en síntesis, sólo puedo decir dos cosas:
la primera, repito, es que todas ellas me parecen muy
buenas películas que merecen que nos ocupemos
de ellas. La segunda es que, como psicoanalista, creo
tener algo que decir sobre ellas. En otras palabras,
creo que aquello que surgió luego de haber interpretado
psicoanalíticamente estas películas, es
algo interesante y valioso; una particular mirada a
la que el espectador no podría acceder, prescindiendo
del psicoanálisis.
Es posible que aquellos que consideran al psicoanálisis
como un mero ejercicio intelectual teman que el abordaje
psicoanalítico de un film destruya lo más
valioso de la obra artística; que transforme
en un discurso de palabras dirigidas al cerebro, el
misterioso lenguaje del arte con el que el artista le
habla al corazón. No es ese el objetivo del autor,
ni tampoco creo que sea ese el resultado obtenido por
estos comentarios, aunque, sobre esto último,
el lector deberá sacar sus propias conclusiones.
En mi opinión, la teoría psicoanalítica,
al develar un sentido oculto en el film, no empobrece
su valor artístico sino que, al contrario, contribuye
a una mejor valoración del mismo trayendo a la
luz una profundidad que de otra manera podría
pasar desapercibida. También sucede algo similar
en la dirección contraria: la intuición
del artista muchas veces consigue enriquecer a la teoría
psicoanalítica; así, el lector que conozca
la teoría psicoanalítica encontrará
que, más de una vez, el análisis de estas
películas arroja puntos de vista novedosos sobre
temas ya abordados por el psicoanálisis.
Un psicoanalista en el cine no es un libro fácil
de clasificar; no es del todo un libro de psicoanálisis
y mucho menos es un libro de cine. Es un libro sobre
algunas películas, que contiene una mirada muy
particular. Es un libro dirigido a todos aquellos que,
luego de ver un buen film, sienten la necesidad de poner
en palabras lo que el film les ha suscitado, compartir
lo que han podido comprender y enriquecerse con otros
puntos de vista. De ninguna manera el libro pretende
erigirse en la mirada oficial del psicoanálisis,
sino que expresa, solamente, la mirada de su autor,
un psicoanalista. Tampoco busca que el lector concuerde
con el punto de vista del autor, sino que sólo
se ofrece como una excusa amena para volver a pensar
en el film; como una conversación estimulante…
a la salida del cine.
G. C. |
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